Las cataratas son la primera causa de ceguera en todo el mundo. Y, en África, donde las desgracias nunca vienen solas, la malnutrición y la falta de protección de los rayos solares agudizan una situación que convierte a muchos africanos en víctimas de una dolencia fácilmente remediable.
En un país como Kenia, con 40 millones de habitantes y una extensión similar a la de España, apenas hay 66 oftalmólogos (33 de ellos en Nairobi, la capital). En las áreas rurales, las cuentas no salen. Los keniatas sobreviven con un oftalmólogo por cada dos millones de habitantes, según datos de la Asociación de Kenia para los Ciegos.
Con semejante panorama, no es de extrañar que, como asegura la doctora Elena Barraquer, de la Fundación Barraquer , las cataratas acaben en desgracia, arruinando la vida de personas que nunca lo han tenido fácil. "En el mundo desarrollado, las cataratas nunca llegan a la ceguera", explica la nieta de Ignacio Barraquer, fundador de la saga ocular más famosa de España.
Una situación, sin embargo, totalmente diferente en los países en desarrollo, donde abundan las "cataratas muy avanzadas; muy duras, muy opacas". La doctora Barraquer sabe de lo que habla. Se pasa el año viajando entre España y África, operando, además de en Kenia, en Marruecos, Senegal, Gabón, Camerún y Mozambique, y devolviendo la esperanza a muchos africanos que pierden la vista y, con ello, su modo de sustento. Ahora toca el turno de Kenia, donde a lo largo de varios días la misión oftalmológica española ha devuelto la vista –de forma gratuita– a dos centenares de keniatas, víctimas de la ceguera indiscriminada.
Un policía cuarentón jubilado a la fuerza, una niña de 10 años que cada vez saca peores notas, una madre con hijos sin atender y ancianos abandonados a su suerte sin posibilidad de valerse por sí mismos. Los problemas oculares afectan a todos por igual en el África rural y sin recursos. Durante una semana, y gracias a la Fundación Barraquer y a la Fundación África Digna, en el hospital provincial de Nyeri, situado a dos horas al norte de Nairobi, las víctimas de las dolencias oculares comparten malos tragos, pero con la posibilidad de ver la luz al final del túnel.
Una operación rápida
Al menos la mitad de los pacientes que sufren ceguera han pasado por estadios previos de cataratas y de ahí la importancia de tratar una dolencia que se cura con una rutinaria, fiable y rápida operación, según recalcan desde la Fundación África Digna, con sede en Barcelona. La misión oftalmológica ha vivido una semana de mucho diagnóstico, pocos riesgos médicos y muchos resultados positivos, gracias al empleo de la técnica de facoemulsificación (o faco), frente a la anticuada incisión que todavía constituye una práctica habitual en Kenia pese a tener mayores riesgos.
"Esta es la operación más sencilla y que proporciona mejores resultados en el campo de la oftalmología. Y durante nuestras visitas a África nos dimos cuenta de que en las zonas rurales hay muchas cataratas", explican los responsables de la Fundación África Digna, que desarrollan otros proyectos educativos y sanitarios en el país de África oriental.
El programa para devolver la vista a dos centenares de keniatas (dos cirujanos y una veintena de operaciones al día durante cinco días) se enmarca dentro de un plan de cinco años que empezó el verano pasado y que ya demostró ser un éxito. Este año cuenta con la colaboración de Belinda Washington, la actriz reconvertida a enfermera de campo en Nyeri, quien pese a seguir en el mundo del teatro y la televisión conoce de sobra los instrumentos dentro del quirófano.
Las cataratas, presentes en los cinco continentes y en personas de todas las edades, se agravan por las condiciones higiénicas en las que viven muchos africanos, aficionados además a la cocina de carbón, cuyos humos provocan molestias desde la infancia que luego se complican con la madurez. "Por eso se van quedando ciegos y también porque nunca van al oftalmólogo", aseguran desde la Fundación Barraquer , en referencia a otro de los daños colaterales de la ausencia de cuidados médicos generales.
Este tipo de operación cuesta en Kenia –donde todo tratamiento médico se paga, incluidos los que se proporcionan desde el sistema sanitario público –4.500 chelines keniatas (unos 40 euros)–, pero durante los días que dura la misión oftalmológica las dos fundaciones españolas hacen piña para prestar el servicio de forma gratuita.
Desde el primer día del programa, se forman grandes colas de pacientes que no pierden la esperanza de ser atendidos. Muchas de estas personas pisan un centro sanitario por primera vez en su vida. El Hospital de Nyeri, donde los kenianos pueden recuperar la vista, representa todo un aliciente para la salud y la economía del país.
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