Dos estudios publicados hace 4 meses dan cuenta de la intensa investigación que se está llevando a cabo en este ámbito. El primero de ellos, recogido en la revista 'Nature', ha servido para constatar el papel clave de una proteína, denominada DICER1, en el desarrollo de una de las variantes de DMAE. El otro trabajo, difundido por 'Science Translational Medicine', arroja luz sobre el efecto protector de los ácidos grasos omega-3 (presentes en el pescado azul y otros alimentos) en distintas enfermedades de la retina.
Esta patología afecta a la mácula, que es la parte de la retina responsable de la visión central directa. Existen dos tipos principales de DMAE: seca y húmeda. La primera se produce por la muerte de las células de la mácula. El tejido normal se va apagando poco a poco. Es más frecuente y progresa de forma relativamente lenta. Por eso, algunos expertos la califican como benévola.
Esta percepción es engañosa: "Parece que los pacientes ven bien porque durante un tiempo son capaces de apreciar detalles concretos". Pueden identificar letras sueltas, pero su visión se reduce a un agujerito que les impide, por ejemplo, la visión amplia que requiere leer la página de un libro. Esta forma de la enfermedad es progresiva y, a veces avanza considerablemente en sólo un lustro. Pero lo más destacable es que carece, de momento, de tratamiento eficaz. "Éste es ahora nuestro gran reto"
En cambio, el panorama de la DMAE húmeda ha cambiado radicalmente en los últimos años, ya que ahora cuenta con unos fármacos muy potentes, de la familia de los antiangiogénicos. Esta variante de la patología se produce por la formación de vasos sanguíneos anómalos, contra los que actúan los nuevos fármacos. "Hoy en día, si se trata a tiempo, se puede preservar prácticamente toda la visión y, si no, frenar la progresión de la enfermedad".
Puesto que la clave es tratarla lo antes posible, recomendamos a todos los mayores de 50 años que visiten anualmente al oftalmólogo y se mantengan alerta a los signos de DMAE. Ver las líneas rectas deformadas puede ser un signo de que se padece esta patología, así como percibir manchas en el campo de visión. Un ejercicio sencillo para estar sobre aviso es taparse primero un ojo y después el otro –cuando sólo hay uno afectado, el otro tiende a compensar la distorsión– y comprobar si las líneas parecen torcidas. En caso afirmativo, la revisión oftalmológica es imperativa.
Cuando no se llega a tiempo y la enfermedad ya ha progresado hasta provocar una discapacidad importante, entran en juego los servicios e instituciones que ayudan a los afectados a adaptarse a su nueva situación.
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