A los factores de riesgo cardiovascular clásicos se van
sumando nuevos marcadores predictores de mal pronóstico que requieren cobrar
más protagonismo del que han tenido hasta ahora para seguir avanzando en el
control de las patologías cardiovasculares, que a pesar de los avances siguen
siendo la primera causa de muerte en España.
La retinopatía es un daño de los vasos sanguíneos de la
retina, que debido a una descompensación metabólica en el organismo se
vuelven permeables. Puede ser de tres tipos: hipertensiva, diabética o
aterosclerótica, si bien las más frecuentes son las dos primeras. La
retinopatía hipertensiva la sufren hasta un 11% de los pacientes con hipertensión
arterial, y la diabética aparece en el 30% de las personas con diabetes.
Sin embargo, hasta el momento se ha estudiado poco la
correlación entre el tipo de retinopatía y la morbilidad y mortalidad por
enfermedad coronaria.
Como explica el primer firmante del trabajo, el Dr. Jesús
Piqueras, “llevamos a cabo un estudio prospectivo observacional de
una cohorte de 54 pacientes a los que realizamos estudio de fondo de ojo y
que fueron sometidos a coronariografía diagnóstica, por estudio de
cardiopatía isquémica estable o para estudio previo a cirugía cardiaca”.
De ellos, un 37% tenía enfermedad arterial coronaria significativa y un 95%
presentaba retinopatía.
Tras un año de seguimiento, los pacientes con retinopatía
hipertensiva más grave registraron una tasa de reingreso hospitalario un 11%
mayor que los pacientes sin retinopatía o con retinopatía ligera.
Además, “los pacientes que fueron readmitidos en el hospital durante
el primer año de seguimiento tenían una puntuación de la escala de riesgo
Syntax Score mayor (por la severidad de la enfermedad coronaria) y un grado
de retinopatía superior”, señala el Dr. Piqueras.
Ante estos resultados, los firmantes de este trabajo sugieren
que, en los pacientes con peor control metabólico y más factores predisponentes
para enfermedad cardiovascular, se debería realizar un cribado de fondo de
ojo para detectar la presencia o no de retinopatía, como herramienta para
mejorar el conocimiento del riesgo cardiovascular.
Por otro lado, la gota, producida por la acumulación de
cristales de urato monosódico en el organismo, desencadena un proceso
inflamatorio que dispara el riesgo cardiovascular. Aunque la mayoría de
pacientes con nuevo diagnóstico de gota presentan un riesgo cardiovascular
muy alto, lo cierto es que las herramientas de medición de riesgo
infraestiman este riesgo.
“Aproximadamente 2 de cada 3 pacientes con gota presentan un
riesgo cardiovascular elevado, pero siempre se atribuye a la frecuente
asociación con hipertensión arterial, dislipemia, obesidad... Sin
embargo, son numerosos los trabajos que en la última década muestran que la
gota es per sé un factor de riesgo CV independiente, al ser una enfermedad
inflamatoria crónica, asociada a los cristales de urato”, afirma la
Dra. María Amparo Quintanilla, del Servicio de Cardiología del Hospital
General Universitario de Elche (Alicante).
En este trabajo, que incluyó 167 pacientes, se pone de
manifiesto que los pacientes con gota presentan placas carotídeas al
diagnóstico, a pesar de que registran una puntuación muy baja en las escalas
de riesgo cardiovascular más utilizadas, como REGICOR o SCORE. Por tanto, uno
de los objetivos principales del estudio fue exponer la proporción de
pacientes en muy alto riesgo cardiovascular según la ecografía carotídea (ECa),
a pesar de haber obtenido una puntuación no alarmante en las escalas
clásicas. Por tanto, se realizó ECa a aquellos pacientes sin riesgo alto
basal, para evaluar el grosor del complejo íntima-media y la presencia
de placas de ateroma (los dos marcadores principales de enfermedad
coronaria).
“La técnica más barata, rápida, accesible y fiable para
estimar el grosor íntima-media y detectar las placas de ateroma es la
ecografía carotídea. Su aplicación parece más útil, a la vista de nuestros
resultados y de estudios en población general, en pacientes clasificados como
riesgo intermedio. En nuestro trabajo, a pesar de presentar un riesgo basal
poco alto según las escalas de riesgo, más de la mitad de los casos fueron
reclasificados por la ecografía a un nivel superior”, detalla
la doctora.
De este estudio se desprende que el manejo de estos pacientes
con gota debe ser doble: “por un lado, un control estricto de los
factores de riesgo cardiovascular, de forma similar a un paciente que ya ha
sufrido un evento cardiaco, y por otro, el tratamiento adecuado de la
enfermedad. Aunque no disponemos de datos de peso todavía, todo apunta a que
la disolución de los cristales mediante la normalización de la uricemia es
capaz de revertir ese riesgo cardiovascular incrementado en los pacientes con
gota”.
Este doble manejo implica la coordinación de las diferentes
disciplinas involucradas en el manejo de estos pacientes, como cardiología,
reumatología, nefrología o atención primaria.
En oftalmología, vemos con frecuencia estos pacientes; observamos aterosclerosis en retina, cataratas metabólicas, escleritis y alteraciones corneales.
OFTALMÓLOGO ESTEPONA
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